Uno de los casos más curiosos que nos encontramos este año es el de los dos grandes equipos de Escocia, el Celtic y el Rangers. Ignoro si Brasil compraba árbitros o no, tampoco sé si a Havelange se le probaron esos tejemanejes o no, pero es verdad que históricamente los brasileños no se pueden quejar de malos arbitrajes, ya sea porque durante muchos años el presidente de la FIFA era brasileño y convenía no desairarle o por la admiración que despertaba el juego de la canarinha.