Los minutos pasaban y entonces representantes de la FIFA entraron a la cancha para comunicarle al 10 de Argentina la decisión del árbitro. Al minuto de juego, los Pumas cometieron su primer penal en proximidades de la mitad de la cancha e Inglaterra lo aprovechó para adelantarse en el marcador 3-0 gracias al pie derecho de Owen Farrell. Más allá de la derrota ante Inglaterra y el cuarto puesto en el Mundial de Rugby 2023, los Pumas cumplieron el objetivo con el que viajaron a Francia: jugar siete partidos. Hasta tres millones de peticiones ha recibido la marca deportiva por una camiseta que cuesta 75 euros y que se inspira en la del Mundial de 1994 cuando consiguió su mejor puesto en el máximo torneo del fútbol (noveno puesto). Gilmar, el arquero, resultó con el tres. El 25 de junio de 1994 en la victoria 2 a 1 frente a Nigeria en Boston, Diego se puso por última vez la camiseta de la selección argentina. Excepto al gran Diego al que le dieron el 10. La mística de los números ya es cosa del pasado. Además, los números de las camisetas fueron en un formato bastante particular para la época: con relieve, que realzaba notoriamente el número del jugador.
La revolución del fútbol, también fue en los números de las camisetas de fútbol. Costa Rica. Poco a poco, New Balance se ha hecho un hueco en el exclusivo club de las grandes equipaciones de fútbol, sobre todo gracias a su acierto a la hora de vestir a históricos del fútbol mundial como el Liverpool, el Celtic o el Athletic Club. En el último Mundial, Alemania realizó una reminiscencia de la camiseta de Italia 90′, pero sin incluir los vistosos colores de aquella época y prefiriendo las tonalidades negras y grises. En líneas generales, un uniforme bastante similar, pero no con idéntica suerte que en 1974, ya que Alemania debió conformarse con la sexta posición. Con el capitán Franz Beckenbauer y el goleador de Gerd Müller, Alemania se proclamó campeón del mundo en su propia tierra en 1974, al ganarle a la Holanda de Johan Cruyff por 2-1. Aquella histórica equipación tuvo varios cambios respecto a la anterior, partiendo por un gran detalle: era la primera vez que se estampaba el número (en blanco) en los shorts (negros) de cada jugador. Aquella camiseta fue en color verde, con cuello redondo en blanco y rayas del mismo color en las mangas.
Aquel uniforme histórico estaba compuesto por la clásica camiseta blanca con cuello y mangas terminadas en negro. Vemos de nuevo las absurdas rayas en las mangas que llevarán cientos de selecciones y equipos (¿es el encefalograma de los jefes de diseño de Nike?). Por ello, Alemania repitió un diseño clásico con una camiseta blanca con unas sutiles líneas de colores (roja y amarilla) a los costados. Así uniformados, la selección alemana, al mando del capitán Fritz Walter, levantaron su primera Copa del Mundo y dieron el aviso: Alemania llegó para hacer historia. Por primera vez, los nombres de los jugadores fueron estampados en la espalda. En 1966 fue la primera vez en un Mundial que un futbolista argentino llevó la camiseta número 10 y el brazalete de capitán. Aún así, mantuvo las estrellas mundialistas en colores y el número en la parte delantera. El cuello, en forma de V, también se sumó a la moda de los colores (negro, amarillo y blanco), así como una parte del pantalón que en su mayoría era negro ¿La novedad? Para el próximo Mundial (Suecia, 1958), el combinado nacional alemán estrenó nueva equipación, aunque mantuvo sus clásicos colores blanco y negro. Otra de las novedades fueron las calcetas, las cuales se tiñeron de blanco y con rayas horizontales de color negro.
A partir de entonces, las nacionalizaciones se volvieron moneda cada vez más corriente. Para entonces, ya Herbert Chapman había revolucionado el sistema táctico adaptando su Arsenal FC a la nueva norma del fuera de lugar. Aunque muchas veces ha sido resistido por la hinchada de su país, este delantero ha sabido cómo sacar la garra y ganarse un lugar no solo en su selección, sino también, en la titular de uno de los equipos más emblemáticos de la Serie A: el Inter de Milán. Si Bahréin compitió en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016 con 35 atletas, aunque solo seis nacidos en su país, el dictador italiano Benito Mussolini ya había apuntado mucho antes a los réditos que podían aportarle la “compra” de nacionalizaciones de deportistas. Aunque luego de Japón 2019 había sido desafectado del seleccionado por el entrenador Mario Ledesma, cuando asumió Michael Cheika volvió a confiar en él y se convirtió en una pieza de recambio clave para darle empuje al equipo en los últimos minutos, cuando se definen los partidos.
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